Por Robert Vargas/Ciudadoriental.org
Santo Domingo Este.- El mayor del Cuerpo de Bomberos de SDE Pablo Taveras Ramirez, dormía en su residencia del Ensanche Espaillat cuando fue llamado a servicio por el teniente coronel Perdomo. Gustoso y alegre, como siempre, asintió.
En minutos, como bombero al fin, se vistió, y se colocó una camiseta verde. Se calzó unos zapatos, tomó la radio y bajó a la calle a esperar que el camión de los bomberos lo recogiera.
Minutos más tarde, su cuerpo estaba tendido en el suelo en medio de un charco de sangre. Una bala lo mató. Los asesinos escaparon.
La radio por la que intentó comunicarse con su jefe, el coronel Javier Bueno, seguía abierta. Transmitía lo que ocurría, pero Javier Bueno no lo entendía.
No podía entenderlo. No se imaginaba que Pablo, como le llamaban, estaba tendido en el pavimento mientras la vida se le escapaba por un hueco en el pecho, justo cuando corría a salvar vidas y bienes ajenos en la avenida Luperón, donde se quemaba un almacen de la empresa Bravo.
Unos pistoleros, unos criminales, lo sorprendieron a la puerta de su vivienda y, a sangre fría, le dispararon y lo mataron.
El fin de su vida inició minutos antes cuando el Jefe de los Bomberos de Santo Domingo Oeste pidió a su colega de Santo Domingo Este, Javier Bueno, que lo ayudara en el combate al incendio del Súper Mercado Bravo.
Concretamente, le solicitó a Javier Bueno que se pusiera al frente de la operación puesto que él estaba en el interior del país y tardaría quizás una hora y media en regresar a la capital.
La capacidad de los Bomberos de Santo Domingo Este y su solidaridad es reconocida por todos los bomberos del país.
Esa llamada marcó el principio del fin de la vida del mayor Pablo Taveras Ramírez.
El próximo año, Pablo cumpliría 20 años como bombero, salvando vidas y bienes. También el próximo año se recibiría de licenciado en la carrera de Derecho.
Ni una cosa ni la otra podrá ver, gracias unos criminales que le dispararon a sangre fría a un salvador de vidas.
Tan pronto Javier Bueno recibió la llamada de auxilio, se puso en contacto con el teniente coronel Perdomo.
Le dio instrucciones de cuáles camiones llevar a la avenida Luperón y cuantos hombres llamar para la operación.
Las órdenes se sucedieron con rapidéz. Como de costumbre en situaciones de emergencia.
El mayor Pablo estaba en su residencia del Ensanche Espaillat, donde no quería vivir por los altos niveles de delincuencia y criminalidad que existe allí, comentó Javier Bueno.
-"Cuando él llegaba a su casa, no bajaba a la calle hasta que iba de regreso al trabajo o a la universidad", relató Bueno.
Vivía en el segundo piso.
Cuando el teniente coronel Perdomo lo llamó, le ordenó que se trasladara a Santo Domingo Este para que se hiciera cargo de la comandancia de los Bomberos. No le pidieron que fuera a apagar el fuego, sino a asumir en Santo Domingo Este.
Pero ¡Qué va!
Un bombero, si es bombero de verdad, prefiere correr a enfrentarse al fuego.
Por eso sugirió que él se integraría al equipo que iba a la avenida Luperón. En pocos minutos se vistió.
El traje especial para combatir el fuego se lo llevaba en un camión el Jefe Javier Bueno. Se lo colocaría en el camino. Pasarían a recogerlo por su casa.
Ninguno se imaginaba que la muerte acechaba a Pablo.
Cuando el bombero bajó a la calle, para esperar a sus compañeros, iba vestido con el pantalón Jean, y la camiseta verde. En la mano derecha, la radio de comunicaciones con la que estaba en contacto con sus colegas.
De repente, estando exactamente en la calle en la que no le gustaba estar, se le acercaron unos individuos quienes, al verlo con la radio en la mano, quizás pensaron que se trataba de un policía y así, a quemarropa y sin mediar palabras, le dispararon dos veces. Una de las balas se la metieron en el pecho.
Ya tendido en el suelo, y con la vida escapándosele rápidamente, Pablo intentó comunicarse por última vez con sus compañeros.
Intentaba clamar por auxilio, pedir ayuda. Presionaba la placa de la radio, pero ninguna palabra le salía. No podía. Comenzaba a ingresar al terreno de la muerte.
Los asesinos huyeron impunemente.
El oficial de los bomberos fue llevado al hospital Luis Eduardo Aybar, pero ya nada podían hacer los médicos por su vida.
Javier Bueno se enteró de que Pablo, su comandante de operaciones, estaba muerto cuando escuchó por la radio que:
-"El bombero está en 29", código con el que la Policía identifica a los muertos.
Adiós a los sueños de graduarse de abogado. Adios a la alegría de salvar vida.
Una prueba más de que en la República Dominicana la criminalidad sigue incontenible.
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