Por Diego Tórres / Fuente: Ciudadoriental.org
San Isidro.- La legendaria solidaridad y lazos de hermandad entre los "aéreos" brotaron de nuevo ayer en ocasión del sepelio del cadáver del teniente coronel de la Fuerza Aérea Dominiana Juan Cesáreo Abad, quien fuera asesinado a balazos cuando trabajaba de transportista de pasajeros en la ruta de la carretera Mella la noche del pasado 25 de mayo.
Al menos cuatro pelotones fueron desplegados a la entrada del cementerio Cristo Salvador, donde fue sepultado el cadáver.
Las tropas presentaron armas, mientras la banda de música de la FAD entonaba las notas luctuosas, en medio del llanto de los familiares de la víctima y los rostros endurecidos de los soldados oficiales, que esperaron varias horas bajo el sol candente para rendir el tributo.
-"¡Presenteeeeen armas!", gritó un soldado que estaba al frente del ceremonial en presencia del cadáver, que fue sacado del carro fúnebre antes de ingresar al cementerio.
A ambos lados del féretro estaban los oficiales superiores de la Fuerza Aérea Dominicana y, sobre el ataud, la viuda lloraba desconsolada.
Tras apagarse las notas de la banda de música, el soldado volvió a exclamar:
-"¡Descanseeeeen armas!".
En el silencio del entorno solo se escucharon las culatas de los fusiles cuando golpearon el pavimento.
El féretro fue introducido de nuevo en el carro fúnebre y, solo entonces, el soldado gritó:
-"En su posiciciónnnnn, descansen!".
Y los cuatro pelotones, todos con fusiles del tipo M16, descansaron.
La partida rumbo al cementerio Cristo Salvador, desde la Funeraria de la FAD, donde era velados los restos del teniente coronel Abad, se retrasó unos 30 minutos porque no aparecía un autobús en el que transportar a los dolientes.
Fue necesario que solicitaran uni prestado a Politur.
Tampoco aparecían los sables para hacer la guardia de honor. Fueron rápido hasta la academia para buscar prestados un par de estos. Al parecer, quienes se encargan de preparar estos asuntos fueron tomados por sorpresa.
Resuelto esos problemas, todos partieron hacia el camposanto.
El ceremonial fue impresionante.
Hacía mucho tiempo que los vecinos de San Isidro no veían algo similar.
Soldados, clases y oficiales de todos los rangos estaban allí.
Junto a ellos, los parientes del teniente coronel Abad y un grupo de taxistas con quienes compartía en su trabajo extra de chofer del concho para ganar unos pesos extras.
Entre los "aéreos" es amplísima la versión de que "la estamos pasando difícil" por los bajos sueldos, lo que motiva que muchos tengan que vender sus sueldos de cada mes a prestamistas que, como garantía d epago, se quedan con sus tarjetas necesarias para el retiro del dinero de los cajeros automáticos.
En medio de las dificultades, hasta oficiales se ven en la necesidad de trabajar en actividades que no son compatibles con el rango que ostentan.
Sin embargo, prefieren hacer esos trabajos para mantener su dignididad y honorabilidad intachables.
El teniente coronel Abad ingresó a la FAD hace unos 30 años y fue ascediendo de rango.
Mientras fue militar hizo algunos cursos y, en el año 205, se recibió de bachiller, tras lo cual ingresó a una universidad a estudiar la licenciatura en Derecho, que estaba a punto de concluir.
Era el hombre que estaba a cargo de mantener bien pintadas y arregladas las paredes de los edificios más importantes de la poderosa base militar de San Isidro, sede de la Fuerza Aérea Dominicana, donde sus soldados y oficiales no dejan de lamentarse, por lo bajo, de los "salarios de miseria" que devengan.
Esto sin contar con que los soldados perdieron "el lujo" de disfrutar de que les entregaran al menos tres pares de botas cada año.
Algunos soldados se acercaron a Ciudad Oriental y le comentaron que también tienen dificultades para obtener los chamacos.
Incluso, aregan, durante los fines de semana "hay pocos soldados hasta para patrullar porque muchos vehículos están en mal estado".
Otra queja de los soldados es que muchos de ellos estarían "asignados a oficiales que los tienen en algunas fincas".
En esas condiciones fue que el teniente coronel Abad salió a conchar (transportar pasajeros) en la ruta de San Luis cuando unos delincuentes le dispararon para robarle la pístola y su vehículo.
Una de las balas le atravesó un riñón, el hígado y otros órganos vitales, según explicó su hija Vianca Abad.
En el cementerio, tras ser leído el panegírico por un oficial superior, y entregada a la viuda la bandera que cubría el féretro, el cementerio fue cubierto por el sonido de los disparos perfectamente sincronizados que hicieron ocho soldados.
Fueron tres las cargas de salva.
-"¡Prepareeeeen! ¡Apunteeeeen! ¡Fuego!", ordenaba un soldado.
En el cementerio, frente al ataud, todos se estremecían y lloraban. Incluso, algunos oficiales que no pudieron contener el dolor ni las lágrimas.
Al final, reclamaron que todo el peso la ley caiga sobre los asesinos.
Al menos cuatro pelotones fueron desplegados a la entrada del cementerio Cristo Salvador, donde fue sepultado el cadáver.
Las tropas presentaron armas, mientras la banda de música de la FAD entonaba las notas luctuosas, en medio del llanto de los familiares de la víctima y los rostros endurecidos de los soldados oficiales, que esperaron varias horas bajo el sol candente para rendir el tributo.
-"¡Presenteeeeen armas!", gritó un soldado que estaba al frente del ceremonial en presencia del cadáver, que fue sacado del carro fúnebre antes de ingresar al cementerio.
A ambos lados del féretro estaban los oficiales superiores de la Fuerza Aérea Dominicana y, sobre el ataud, la viuda lloraba desconsolada.
Tras apagarse las notas de la banda de música, el soldado volvió a exclamar:
-"¡Descanseeeeen armas!".
En el silencio del entorno solo se escucharon las culatas de los fusiles cuando golpearon el pavimento.
El féretro fue introducido de nuevo en el carro fúnebre y, solo entonces, el soldado gritó:
-"En su posiciciónnnnn, descansen!".
Y los cuatro pelotones, todos con fusiles del tipo M16, descansaron.
La partida rumbo al cementerio Cristo Salvador, desde la Funeraria de la FAD, donde era velados los restos del teniente coronel Abad, se retrasó unos 30 minutos porque no aparecía un autobús en el que transportar a los dolientes.
Fue necesario que solicitaran uni prestado a Politur.
Tampoco aparecían los sables para hacer la guardia de honor. Fueron rápido hasta la academia para buscar prestados un par de estos. Al parecer, quienes se encargan de preparar estos asuntos fueron tomados por sorpresa.
Resuelto esos problemas, todos partieron hacia el camposanto.
El ceremonial fue impresionante.
Hacía mucho tiempo que los vecinos de San Isidro no veían algo similar.
Soldados, clases y oficiales de todos los rangos estaban allí.
Junto a ellos, los parientes del teniente coronel Abad y un grupo de taxistas con quienes compartía en su trabajo extra de chofer del concho para ganar unos pesos extras.
Entre los "aéreos" es amplísima la versión de que "la estamos pasando difícil" por los bajos sueldos, lo que motiva que muchos tengan que vender sus sueldos de cada mes a prestamistas que, como garantía d epago, se quedan con sus tarjetas necesarias para el retiro del dinero de los cajeros automáticos.
En medio de las dificultades, hasta oficiales se ven en la necesidad de trabajar en actividades que no son compatibles con el rango que ostentan.
Sin embargo, prefieren hacer esos trabajos para mantener su dignididad y honorabilidad intachables.
El teniente coronel Abad ingresó a la FAD hace unos 30 años y fue ascediendo de rango.
Mientras fue militar hizo algunos cursos y, en el año 205, se recibió de bachiller, tras lo cual ingresó a una universidad a estudiar la licenciatura en Derecho, que estaba a punto de concluir.
Era el hombre que estaba a cargo de mantener bien pintadas y arregladas las paredes de los edificios más importantes de la poderosa base militar de San Isidro, sede de la Fuerza Aérea Dominicana, donde sus soldados y oficiales no dejan de lamentarse, por lo bajo, de los "salarios de miseria" que devengan.
Esto sin contar con que los soldados perdieron "el lujo" de disfrutar de que les entregaran al menos tres pares de botas cada año.
Algunos soldados se acercaron a Ciudad Oriental y le comentaron que también tienen dificultades para obtener los chamacos.
Incluso, aregan, durante los fines de semana "hay pocos soldados hasta para patrullar porque muchos vehículos están en mal estado".
Otra queja de los soldados es que muchos de ellos estarían "asignados a oficiales que los tienen en algunas fincas".
En esas condiciones fue que el teniente coronel Abad salió a conchar (transportar pasajeros) en la ruta de San Luis cuando unos delincuentes le dispararon para robarle la pístola y su vehículo.
Una de las balas le atravesó un riñón, el hígado y otros órganos vitales, según explicó su hija Vianca Abad.
En el cementerio, tras ser leído el panegírico por un oficial superior, y entregada a la viuda la bandera que cubría el féretro, el cementerio fue cubierto por el sonido de los disparos perfectamente sincronizados que hicieron ocho soldados.
Fueron tres las cargas de salva.
-"¡Prepareeeeen! ¡Apunteeeeen! ¡Fuego!", ordenaba un soldado.
En el cementerio, frente al ataud, todos se estremecían y lloraban. Incluso, algunos oficiales que no pudieron contener el dolor ni las lágrimas.
Al final, reclamaron que todo el peso la ley caiga sobre los asesinos.