Crisis y transformación de la iglesia

Vida
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Por Rogelio Cruz

La existencia de una crisis grave y crucial en la Iglesia actual es un dato que no se puede negar.

Cosa distinta es el análisis o diagnóstico de la misma, las causas a las que se atribuye y sobre todo los caminos para salir de la misma.

La presente situación eclesial nos parece ser más angustiosa que en vísperas del Vaticano II, entre otras razones porque la conciencia del pueblo de Dios como sujeto es hoy radicalmente nueva y muy distinta de entonces.

Pero, por otra parte, sucede que en los grupos y movimientos eclesiales más concienciados difícilmente se percibe una fuerza emergente transformadora. Muchos de los mejores militantes no saben qué hacer, se encuentran en total desamparo y en actitud de desbandada.

Y puede preverse que las cosas no van a cambiar en años dentro de la Iglesia.

Mientras tanto, buena parte de la sociedad no consiente ciertos modos de proceder y de actuar de la jerarquía y critica abierta y razonablemente sus criterios morales.

Ponemos en sus manos un conjunto de reflexiones que les ayuden a descubrir las últimas razones de su malestar en la Iglesia, asumir los criterios teológicos con los que responder a la situación de crisis y plantearse propuestas de actuación pastoral en aplicación de dichos criterios.

No tenemos la pretensión de decir la última palabra, ni de dar la fórmula mágica para resolver la grave crisis por la que atravesamos.

De hecho, creemos que, para comenzar, es necesario rescatar mucho de lo pensado y escrito hace algunos años y hoy olvidado, silenciado u ocultado.

Es necesario volver a aquellos importantes criterios y aplicarlos al presente.

La crisis se manifiesta en una serie de hechos que afectan tanto a la institución jerárquica como al conjunto del pueblo de Dios. Como hemos dicho, la crisis de la Iglesia afecta al conjunto del pueblo de Dios.

Nuestra debilidad tiene muchas razones y causas que no todas responden a la actuación de la jerarquía o a la hegemonía de ciertos sectores neoconservadores respaldados por ella.

La crisis es ante todo una crisis del sujeto eclesial, esto es, de sus miembros individuales e institucionales, una crisis de seguimiento de Jesús y de fe vivida.

Esta crisis de fe es la gran cuestión que nos afecta a todos.

Hemos sustituido el seguimiento a Jesucristo por la adhesión doctrinal (sea al Catecismo Universal, sea a la teología de teólogos de nuestro gusto).

Pero nosotros somos seguidores de Jesús, no seguidores de la Iglesia; nuestro verdadero centro es Jesús y hay que volver constantemente a Él, que es el único que puede salvarnos, que puede salvar a su Iglesia.

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