Mundo en revolución
marzo 30, 2011
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Por Carlos Cuello Féliz/ La Coalición de Globalistas no está interesada en proteger al pueblo libio de Muammar al-Gaddafi. La zona de exclusión aérea y los ataques al ejército libio por la OTAN y EE.UU. no tienen nada que ver con la democracia y las elecciones libres. En el año 2009, Gaddafi pronunció la palabra “Nacionalización". No solo para el petróleo libio, si no para el de toda la región. Para los globalistas, esto convirtió a Gaddafi en un renegado peligroso perro loco que necesitaba ser reemplazado. “Los países exportadores de petróleo deberían optar por la nacionalización por la rápida caída de los precios del petróleo. Debemos colocar el tema sobre la mesa y discutirlo seriamente”, declaró. “El petróleo debería ser propiedad del Estado en este momento, así podríamos controlar mejor los precios por el aumento o descenso en la producción”. De manera previsible, el pronunciamiento de Gaddafi encendió las alarmas de la Anglo-Holandesa Shell, British Petroleum, Exxon Mobile, Hess Corp., Marathon Oil, Occidental Petroleum y a la Conoco Phillips, la española Repsol, la alemana Wintershall, la austríaca OMV, la noruega Statoil, la italiana Eni y la canadiense Petro Canada. El año anterior, la compañía estatal libia, National Oil, preparó un informe sobre el tema en el cual los funcionarios sugirieron modificar los acuerdos de producción compartida con las compañías extranjeras para aumentar los ingresos del Estado, según un informe publicado en el sitio web Pravda. Luego de implementar cambios en los contratos, Libia ganó 5.4 mil millones de dólares en ingresos petroleros. El plan de Gaddafi fue reportado por Reuters y medios corporativos. Además de hacer un llamado para la nacionalización, el líder libio pidió apoyo a su propuesta para desmantelar al gobierno y distribuir las riquezas del petróleo directo a los 5 millones de ciudadanos libios. Burócratas del Estado, sin embargo, rechazaron la idea por temor a la pérdida de sus cómodos puestos de trabajo y también por el temor de la ira de las empresas petroleras transnacionales y los bancos que las poseen. El Primer Ministro al-Baghdadi, junto a Ali al-Mahmoudi y Farhat Omar Bin Guida, ambos del Banco Central de Libia, le dijeron a Gaddafi que la medida arruinaría la economía del país llevando a la “fuga de capitales”, en otras palabras, los globalistas sacarían su dinero fuera del país. “La administración y la economía del país han fracasado. Ya basta. La solución es para que el pueblo libio reciba directamente los ingresos petroleros y decidir qué hacer con ellos”, dijo Gaddafi en un discurso transmitido por el canal de televisión del Estado. Con este fin, el líder libio instó a una reforma radical de la burocracia del gobierno. El gobierno, sin embargo, votó para rechazar el plan de Gaddafi para pasar la propiedad del petróleo del país al pueblo libio. Solo 64 ministros de un total de 468 miembros del Comité Popular votaron por la medida. ‘Mi sueño durante todos estos años ha sido dar el poder y riqueza directamente al pueblo’, afirmó Gaddafi en respuesta al rechazo del plan. En 1953, EE.UU. y Gran Bretaña conspiraron para derrocar al gobierno democráticamente electo del Primer Ministro iraní Mahammad Mosaddegh, quien prometió nacionalizar la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC) de propiedad británica y dar las ganancias al pueblo iraní. Mosaddegh intentó negociar con la AIOC, pero la compañía rechazó su propuesta de compromiso. Para vender un golpe, Gran Bretaña persuadió al Secretario de Estado de EE.UU., John Foster Dulles, de que Irán se iba hacia los soviéticos. El entonces presidente Truman estaba bien con la idea, pero en 1953, cuando Dwight D. Eisenhower se convirtió en presidente, el Reino Unido lo convenció para unirse a un golpe de estado. La CIA fue enviada para desestabilizar al país, deshacerse de Mosaddegh e instalar al brutal dictador Mohammad-Reza Shah Pahlavi y su policía secreta, el SAVAK, entrenada por el servicio secreto de Washington. Por el error de sugerir que las ganancias del petróleo sean retornadas al pueblo libio, Muammar al-Gaddafi está ahora sufriendo un destino similar al de Mosaddegh.