Emergencias 24 horas: Niña sin brazo y piernas rotas en el hospital Jaime Mota

Vida
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Por Genris García
Texto y fotos

BARAHONA.- Wandline Jean, de 15 años, no podrá volver a abrazar a sus primos Edmond y Bremon. El fatídico terremoto de media tarde, el martes 12 de enero en Puerto Príncipe le arrancó su brazo derecho y mató aquellos con quienes compartía la alegría en la mejor casa del mundo: la de su abuela.

Mientras la nina Sinflo Masle, de 10 años, le tomará mucho tiempo volver corretear en el patio de su escuela, sus piernitas están rotas, como rota también quedó su vínculo familiar y su escuela desaparecio.

Aquí la atiende una haitiana que la hizo su hija al no saber la suerte de su madre.

A Wandline la trajeron con urgencia al hospital Jaime Mota de esta ciudad, sin familiares de sangre, pero encontró parientes, dominicanos y haitianos que la abrazan y cuidan, después que los médicos no pudieron hacer nada para salvarle el brazo que utilizaba para escribir y saludar.

No pronuncia palabras en español, pero allí están sus hermanos haitianos que desde la mañana del miércoles se apoderaron de las salas de emergencia e internamiento para apoyar a sus compatriotas heridos.

El misionero canadiense de los Testigos de Jehová, Antony Gwinna se internó en el centro hospitalario para asistir a los médicos dominicanos en sus labores de evaluación de los pacientes que llegan del vecino Haití. Él traduce sus dolencias y ellos buscan los antídotos para sus males.

En su mayoría, llegan traumatizados, con brazos, piernas y costillas rotas. Con heridas profundas en sus cabezas y rostros y no faltan quemaduras de consideración de un hombre deshidratado después de 48 horas sin asistencia médica.

Desde que uno llega al hospital percibe el bullicio en creole de hombres y mujeres preocupados por gente que no conocía antes, pero que aquí son hermanos.

Vienen con ropa, sabanas, comidas, jugos, papel higiénico, y cuantas cosas que se le ocurre para sus compatriotas heridos.

Son tantos los haitianos heridos, que la dirección del hospital dispuso el equipamiento de dos salas y despacharon a los enfermos dominicanos para hacer cupo a los vecinos heridos.

Llegan con heridas en sus cuerpos y en el alma, y muchos preguntan ¿qué pasó? con sus parientes que vieron desaparecer cuando la tierra se sacudió de tal forma que ni los edificios quedaron de pies.

Cuando la dirección del hospital cerró las puertas para evitar el topeteo en las salas y pasillos, los haitianos se la arreglaron para entrar a tropel por dónde sacan los muertos.

Ellos querían ver los que quedaron vivos del sacudión que vino de las entrañas de la tierra el martes.

Entre los huéspedes del Jaime Mota, que sirve de Escuela para los futuros médicos de esta región, se encuentra un oficial de la Policía haitiana, A Jean Verlen, quien llegó con tres costillas rotas y estillamiento en la columna vertebral.

“Vine de Puerto Príncipe sin poder hablar, pero ya hasta comer y sentarme puedo”, narró en medio de un grupo de estudiantes y obreros haitianos que vinieron a darle la mano y hacerle menos doloroso el difícil momento.

Dijo que sus compañeros de la Policía deben darlo por muerto, ya que el terremoto lo sorprendió en su casa y nadie sabe que están en la Republica Dominicana.

Moncel Halaby, de 43 años, no se rompió ni un dedo con el sismo, pero su carro voló varios metros cuando estalló una estación de gasolina y se incendio.

Su rostro y brazo están quemados y su cuerpo deshidratado.

Las enfermeras hacían esfuerzos por canalizarlo, pero le falta líquido en su cuerpo, que a las expertas de las agujas se les hace difícil localizar un canal para hidratarlo.

Halaby no está solo, con él están el ex cónsul haitiano en esta ciudad Gerard Pasigna y un ejecutivo bancario, que es su primo quienes, están dispuestos a llevarlo donde sea para salvarle la vida.

Felifre Vixaman define la situación de Haití como gravísima y da gracias a Dios que él y su familia sobrevivieron a la tragedia, aunque perdieron sus viviendas, pero esos se puede reconstruir.

Definió las atenciones del hospital como diligentes y atentas.

El ulular de las ambulancias sigue escuchándose en las calles de esta ciudad, ubicada a 200 kilómetros al suroeste de Santo Domingo, y con cada carroza de urgencia, corre la gente a ver cuántos haitianos mas llegan a la emergencia con sus heridas viejas y polvorientas.

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