Fernandito y Luis Dias se juntaron, pero no pudieron bailar en la calle

Vida
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Por Genris García
Vigilanteinformativo.com

SANTO DOMINGO.- Luis Días viajo este jueves por última vez a la tierra que lo vio nacer, Bonao, tan fecunda como el artista que despide, bailando en la calle como siempre lo hizo y cargado de gloria por un pueblo que lo llora después que lo hizo gozar.

Entre los que lloraron este miércoles estaba El Mayimbe, Fernando Villalona, quien le puso ritmo de carnaval a las letras de El Terror y se adueñó de la fiesta que sigue la Cuaresma.

Fernandito, llegó cuando la noche del miércoles era adulta.

Entró como muchacho tímido a darle el último adiós a Luis, de quien sólo gravó una canción que lo eternizó por siempre y llevó su estribillo por todo el mundo: “baila en la calle de noche, baila en la calle de día…”.

Abrazó a sus hijos Francis y Mary. Le confesó la gran admiración que tenía por su padre.

Luego se dirigió a contemplar al compositor que se va y nos deja bailando su música, en la enramá, en callejones y patios, en el cabaret de la parte alta o en el salón iluminado de la parte baja, en el malecón en febrero o agosto, en cualquier parte, dónde repique una tambora o se apriete y estire un acordeón, dónde sacudan los güiros y acaricien la marimba.

Allí estará Luis, sin meterle miedo a nadie.

Luego se posó como gorrión herido en el último banco de la fila izquierda, en silencio, con los ojos bañados de dolor, hasta que su mudez fue interrumpida con nuestro pedido de que valorara al dueño del carnaval que hizo tongonear las voluminosas nalgas de Roba la gallina, los macaraos de Bonao, los tignaos del barrio, los papeluces de Cotuí, y las Cachuas de Cabra y cuantas comparsas desfilaran frente al mar.

El hijo de Loma de Cabrera define a Luis Días como un ángel enviado de Dios que supo poner a los dominicanos y extranjeros a gozar de la vida bailando con cada una de sus composiciones.

No llegue antes porque me encontraba en Bahía de las Águilas en una fiesta, allá en el lejano Pedernales que pega con Haití, se apresura en aclarar su tardanza en presentarse ante el amigo que se va.

Lamenta que sólo grabó una canción de Luis, aunque siempre le gustó uno que habla de un niño que venía de un pueblo y quería ser cantante. Todavía está interesado en interpretarlo, así que apeló a sus deudos que si encuentran las letras la interpretará.

No sabe cuántas copias de “Baila en la calle” se han vendido, ya que la canción ha recorrido el mundo y no siempre las disqueras dicen a los artistas cuantos discos sacan al mercado.

“Vine a decirle, como le dije a su hijo, que su padre me había eternizado con su canción.

Lo valoró como uno de los compositores más conocedor de su pueblo.

La segunda noche de vela estuvo matizadas por el tambor y la guitarra, dos instrumentos que siempre Luis tuvo muy cerca. Manuel Jiménez se despojó de su inmunidad parlamentaria para interpretar las favoritas de El Terror.

Milagros Holguín y Mrianne Taveras Holguín tomaron la guitarra y le cantaron al vecino que ya no volverán a ver con sus pantalones rotos y chaqueta desabotonada bajar por la calle Beller de Ciudad Nueva.

En algunos momentos se le unió María Antonieta quien se sembró allí desde el mismo momento que Luis dejó de respirar.

Juan Isidro, uno de esos buenos cantores que un día se toparon con Luis fue a cantarle “Si se calla el cantor…calla la vida y terminó “Esclavo soy” de otra gloria dominicana que murió joven, el inmenso Eduardo Brito.

Jesús Sosa, un trabajador cultural sin vacaciones, desempolvó el libro de poemas escrito a manos por Luis Días en los tiempos de gloria del CEDEE. Leyó “La Resbalosa” y narró las peripecias para hacer aquel libro que ahora pretender reeditar.

Citó a Fausto Rosario, que en aquel entonces era director de publicaciones de aquella institución que hizo muchos por los jóvenes de la década perdida y que hoy dirige los periódicos Clave y Clave Digital.

Intervino la inquieta y confesa irreverente Elsa Expósito, quien confía que ya Luis está rondando por ahí reencarnado. Miró a su derecha y volvió a contemplar el cuerpo tranquilo que sostiene un rosario de contar pecados dónde iba la guitarra. “El no está muerto, él nos está bufeando”, concluyó.

Uno de esos tantos jóvenes que Luis albergó en su casa, Wilson Cuello, a quien bautizó como WieYoous cantó canciones que al maestro encantaban.

La muchacha del Jaya, Jacqueline Estevez, llegó sin maquillaje a saludar por última vez al compositor que nunca tuvo la oportunidad de grabar, pero que si interpretó muchas de su canciones.

Cuando se silenciaron los tambores, entró el padre Manuel Ruiz a dar el responso por el alma de aquella gloria de la música dominicana que muchas veces caminó descalzo cuando la rebeldía lo asaltaba.

Dijo que desde que lo conoció en aquellos tiempos vio en Luis Días una consagración a lo que cree, a la música, a su pueblo…Es hermoso ver que una persona puede consagrar su vida de esta forma tan peculiar de dirigirse al pueblo que es la música, ya componiendo, ya moviéndose, ya cantándola por lo que asegura que “su partida es un vacio que queda en medio de nuestra sociedad y que ha de ser llenado por su legado y por la gente que quisiera seguir sus pasos”.

“Como humano errores habrá cometido, pero también como humano Dios ha puesto sus huellas en él y por eso cosechamos ahora todas las cosas positivas que ha sembrado en esta sociedad”, concluyo el sacerdote Ruiz.

Rumbo a su tierra

A partir de las 10:00 de la mañana de este jueves, el cuerpo de Luis Días viajo a su natal Bonao, al norte de la capital, como lo exigió su gente que lo quiere ver por última vez pasearse por sus calles y rendirle homenaje en la Plaza de la Cultura que erigió otro grande de allí, el pinto Cándido Bidó.

Allí fue recibido por las autoridades locales para un homenaje póstumo y retornará a la Capital a las 2:00 de la tarde para volver a ser expuesto en la Funeraria Blandino hasta que este viernes inicie un nuevo periplo que lo llevará a la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la Sociedad de Autores y Compositores, la Secretaria de Cultura, Casa de Teatro y al frente de su vivienda en la calle Beller número 7 de Ciudad Nueva, dónde habrá un concierto de despedidas, antes de entregarlo a la tierra en el Cementerio Cristo Redentor.

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