Johnny Alberto Salazar
NAGUA.-Mientras cientos de personas han seguido llegando de todas partes, para unirse al dolor de la familia Quezada, a media tarde hubo un acuerdo que estremeció los más profundos sentimientos de quienes allí estaban.
A la vivienda del señor Guadalupe Quezada (PIRO), y de Elizabeth Reina José, llego la señora Nidia Álvarez, madre de dos de las fallecidas y antigua esposa de PIRO.
Ella pidió sepultar a sus hijas Kenia de 20 años y Berlina de 22 en Puerto Plata, ciudad en donde vivían y desde donde viajaban desde la madrugada de este viernes cuando la muerte de sorprendió.
Junto a los cadáveres de las dos jóvenes, también le acompañaba el cadáver de Juan Leonardo Paredes de 23 años, quien era novio de Kenia, una de las victimas fatales.
Al ver los ataúdes partir, la multitud lloraba desconsolada mientras en el patio de la casa yacían los cuerpos sin vida de las pequeñas Keuridy de 14 años, Kiara de 12 y Kianely de tan solo 6 años.
Las tres quedaron despedazadas producto del choque que mantiene enlutada la población de Nagua.
En el sector de Buenos Aires, de aquí de Nagua muchos no durmieron y en cambio decidieron acompañar a la familia en el velatorio.
A PIRO como les conocen sus amigos, parece que ya se le secaron las lágrimas.
Es que a pesar de ser hombre e intentar de ser valiente como se requiere para casos como estos, no ha podido soportar la perdida de las únicas hijas de su esposa actual, así como la muerte de sus otras dos hijas que vivían en Puerto Plata.
Este sábado a las 10 de la mañana miles de personas se disponen darle el último adiós a las victimas, tanto en el cementerio municipal de Nagua, como en el cementerio de Puerto Plata.
Las cinco hermanas se viajaban desde las 4 de la madrugada desde Puerto Plata.
Las dos más adultas, decidieron venir a Nagua a traer a las más pequeñas que habían viajado el día del Padre y ya debían estar aquí para comenzar la clase el próximo lunes.
Pero la suerte le jugo una traición. Doña Elizabeth quien ultimaba detalles para enviar a sus únicas hijas a la escuela publica, ya no puede hacerlo y llora desconsoladamente, en medio del llanto que también hace llorar a todo a quien llega a la humilde vivienda.
NAGUA.-Mientras cientos de personas han seguido llegando de todas partes, para unirse al dolor de la familia Quezada, a media tarde hubo un acuerdo que estremeció los más profundos sentimientos de quienes allí estaban.
A la vivienda del señor Guadalupe Quezada (PIRO), y de Elizabeth Reina José, llego la señora Nidia Álvarez, madre de dos de las fallecidas y antigua esposa de PIRO.
Ella pidió sepultar a sus hijas Kenia de 20 años y Berlina de 22 en Puerto Plata, ciudad en donde vivían y desde donde viajaban desde la madrugada de este viernes cuando la muerte de sorprendió.
Junto a los cadáveres de las dos jóvenes, también le acompañaba el cadáver de Juan Leonardo Paredes de 23 años, quien era novio de Kenia, una de las victimas fatales.
Al ver los ataúdes partir, la multitud lloraba desconsolada mientras en el patio de la casa yacían los cuerpos sin vida de las pequeñas Keuridy de 14 años, Kiara de 12 y Kianely de tan solo 6 años.
Las tres quedaron despedazadas producto del choque que mantiene enlutada la población de Nagua.
En el sector de Buenos Aires, de aquí de Nagua muchos no durmieron y en cambio decidieron acompañar a la familia en el velatorio.
A PIRO como les conocen sus amigos, parece que ya se le secaron las lágrimas.
Es que a pesar de ser hombre e intentar de ser valiente como se requiere para casos como estos, no ha podido soportar la perdida de las únicas hijas de su esposa actual, así como la muerte de sus otras dos hijas que vivían en Puerto Plata.
Este sábado a las 10 de la mañana miles de personas se disponen darle el último adiós a las victimas, tanto en el cementerio municipal de Nagua, como en el cementerio de Puerto Plata.
Las cinco hermanas se viajaban desde las 4 de la madrugada desde Puerto Plata.
Las dos más adultas, decidieron venir a Nagua a traer a las más pequeñas que habían viajado el día del Padre y ya debían estar aquí para comenzar la clase el próximo lunes.
Pero la suerte le jugo una traición. Doña Elizabeth quien ultimaba detalles para enviar a sus únicas hijas a la escuela publica, ya no puede hacerlo y llora desconsoladamente, en medio del llanto que también hace llorar a todo a quien llega a la humilde vivienda.